MAR DEL PLATA

150 AÑOS

Imprevisto

Por Lidia Urdinez (*)

          De una Italia húmeda de sangre salió Pepe con lo puesto sin mirar atrás por miedo a llorar al terruño y la familia. El abrazo de su madre vivo en su pecho. La bolsa gastada colgaba del hombro con el desarraigo y las ilusiones de encontrar un mundo mejor para él y Noemí, su novia, en California, la tierra prometida. Ella iría cuando se dieran las condiciones. Los meses pasaban, la carta no llegaba. Imaginaba las  penurias por forjarse un lugar en esa tierra invadida por inmigrantes de todas las banderas. Dos largos años, cartas que demoraban en llegar.

         También Franco decidió emigrar movido por historias llegadas del país de la abundancia, Argentina. Noemí, con las ilusiones cansadas, se ofreció para acompañar a su hermano en la aventura de escapar de la pobreza en la tierra de las vacas y el trigo.

          Pepe no supo de la decisión de Noemí, quien le ofreció a María, la menor, que fuera a casarse con él si reclamaba por su novia.

Comportamientos extremos en una época en que la muerte todavía pisaba los talones de aquellos que lograron sobrevivir y el hambre trastornaba los sentidos de estos jóvenes con vidas ya gastadas.

          Al año llegó la carta de Pepe. María evaluó su incierto futuro en ese pueblo perdido donde  no quedaban hombres, tomó coraje y contestó ofreciéndose como esposa. La respuesta  positiva llegó. Pepe comprendió la decisión de Noemí y aceptó casarse con María, una mujer de su mismo origen y costumbres. La necesidad era prioritaria a los sentimientos.

          Los hermanos llegaron a Mar del Plata sucios y hambrientos. José los esperaba con trabajo en un restaurante. Alojados en un conventillo donde las estrechas habitaciones miraban al patio común y los baños apestaban, Noemí pensaba en su Pepe.

Como peones de cocina la paga era escasa pero podían comer en su trabajo.

          La nostalgia invadía sus días.

         Meses pelando papas, limpiando la mugre y Noemí pasó a ayudante de cocina. Giovanni advirtió con beneplácito que esa bella regaza merecía algo mejor. Su cabellera de fuego deslumbró al cocinero el primer día  pero sus ojos verdes nunca lo miraban con interés.

         Abrazó las artes de la cocina entusiasmada con el cambio. Su actitud hacia él se fue ablandando con la naturalidad de lo cotidiano y se hicieron más íntimos, aferrados a su idioma para no perder identidad. Se casaron y abrieron su propio restaurante. Las mujeres necesitaban casarse para proteger su reputación y futuro.

          María y Giuseppe tenían su primer hijo y vivían una tranquila felicidad. Él derramó una lágrima en silencio cuando se enteró del casamiento de Noemí.

         En veinte años Noemí y Gianni lograron un buen pasar y tres hijos a cargo del restaurante. Tomaron vacaciones para visitar a la familia y al llegar a Italia él sufrió un infarto y falleció. Al entierro llegó Giuseppe, quien saludaba a su propia gente.

         El corazón de Noemí aleteó al verlo. María había fallecido dos años antes en California. El destino los volvía a juntar con la guardia baja, vulnerables y todavía jóvenes. Con sentimientos contradictorios Noemí comprendió que todavía quería a Giuseppe, convertido en un rico terrateniente. Sus hijos  estaban a cargo de las fincas. Un día antes del regreso le propuso matrimonio.        

         Así fue como mi “nonna Memi” se reencontró con su primer amor y se establecieron en Mar del Plata.

(*) El relato “Imprevisto”, de Lidia Urdinez, recibió una mención en el concurso Valijas con Historia (tercera edición) organizado por la Dirección Municipal para la Promoción y Protección de los Derechos Humanos. Podés ver el resto de los relatos premiados acá.