MAR DEL PLATA

150 AÑOS

 

Lo que fue José

por Jorge Rodrigo Fidalgo

Esta es la historia de José, mi abuelo materno (o debería decir Giuseppe), a quien nunca conocí sino a través de los relatos de mi madre, pero eso es algo que a veces sirve para enaltecer la figura de una persona.

Nació un 17 de octubre de 1895 (fecha anecdótica si las hay, siendo más tarde seguidor del movimiento peronista). Fue en Ucria, un pequeño pueblo de Messina, en Sicilia, pero a la edad de 2 años se mudó junto a su familia a Perugia, al norte de Roma, obligados por el terremoto que había azotado su ciudad natal.

Siendo muy joven ayudó a su padre en una empresa que fabricaba autopartes de aviones: industria requerida por los tiempos de guerra que corrían, hasta que inevitablemente debió dejar su trabajo y su familia para unirse al frente de batalla.

Luchó durante 4 años por su país, y al volver (con una bala en el tobillo) se encontró con que ya no tenía su lugar, otra de las tragedias de la guerra. Por eso decidió huir, desilusionado, dejando atrás su patria y lo que siempre lamentó: la compañía de su madre, Genoveve.

Llegó a Buenos Aires y se dedicó a su oficio: ser ebanista. Mi madre siempre dijo que era un artista, que “hacía dibujos en un cartón y que después iniciaba horas y horas de tallado”. Lo recordaba siempre fumando, lo cual iría a desencadenar en la terrible enfermedad de sus últimos días.

En una oportunidad se le encargó hacer un trabajo en la Iglesia de un Colegio Católico. Se trataba de un tallado en el sagrario. Cuando comenzó con esa tarea empezó a recibir la asidua visita de Elena una ex pupila del Colegio que había continuado allí su permanencia en calidad de ayudante. La realidad era que con complicidad de las monjas se le encomendaba cebarle mates y asistirlo.

No tardó en surgir el amor, entre charlas con acento norteño de Elena e historias de mundo de José.

Después empezaron a llegar los hijos, todos varones: José en 1930, Ubaldo en 1933 y Elio en 1934. Luego del nacimiento de Ubaldo, se casaron.

A partir de 1937 a Elena se le diagnóstico asma. Por recomendación médica debían mudarse hacia un clima más benigno. De esa manera se radicaron en Catamarca. Después de varios años, Elena volvía a ciudad. Su padre, de buen pasar, les ofreció una casa para que vivieran. Se estableció así toda la familia, y José tuvo la posibilidad de instalar un taller de ebanistería, continuando con su oficio y talento en un nuevo lugar. Se dedicaba a realizar trabajos hechos a mano, muebles de estilo, todos por encargo.

Unos años después nació Genoveva, la única hija y joya de la familia, en honor a su madre, a quien nunca podría quitar de sus pensamientos.

A José le encantaba leer. Se podía pasar horas sentado con un libro en la mano, leyendo y fumando. Su carácter tranquilo y reservado era un gran contraste con la manera de hablar de Elena, pero a pesar de ello su relación conservaba el amor respetuoso de los primeros años. Otro de sus pasatiempos era escuchar música italiana, porque sentía conectarse con sus raíces.

Hoy en día todavía se pueden observar algunas de sus obras, como la de los reclinatorios que se encuentran en el altar de la Catedral o la urna en la que yacía el corazón incorrupto de Fray Mamerto Esquiú en el Convento de San Francisco, tristemente célebre porque hace unos años sufrió un robo y a la fecha ha sido dado por perdido.

José nunca volvió a Italia, pero siempre mantuvo viejas añoranzas, quizás ese fue uno de los motivos por los que no quiso hacerse ciudadano argentino. Lo que él significó queda en el recuerdo de quienes lo conocieron, por mi parte me hago eco de las buenas palabras que siempre mereció.

Relato participante del concurso Valijas con Historia, organizado por la Dirección General para la Promoción y Protección de los Derechos Humanos de General Pueryredon. Para acceder a todos los textos, seguir este enlace.