MAR DEL PLATA

150 AÑOS

 

Madre

Por María Julia Irurzun

Mientras contemplaba el cielo buscando su mirada hundió sus pies en la arena, y cenizas en mano, lloró evocándola. La Rambla brillaba sobre el Mediterráneo delineando a latigazos la distancia hasta los Lobos. La luna se acercó, y removiendo la blanca arenilla dibujó una línea hasta el horizonte. Tan larga fue, que el sol se apagó y el desconsuelo la empujó a la inmersión.

Avanzó, abrió la caja, y tras un grito apagado y desconsolado las esparció. Estas se hundieron formando una estría, y mientras observaba atónita, el agua comenzó a agitarse trazando un renglón. Y así, la alfombra de espuma y cenizas se elevó invitándola a adentrarse cada vez más hasta sentir un pellizco. Asustada, ojeó la costa y decidió regresar, soltó la caja vacía sobre la arena  y repleta de angustia se entregó a Morfeo.

Unas horas después despertó rodeada de figuras transparentes. El cofre ya no estaba, pero la Rambla seguía ahí, imponente y hermosa, retozando sobre la superficie libre de espuma; junto a los paseos, chapuzones, castillos, y los cientos de recuerdos de aquellos veranos juntas. Al voltear, notó la urna entreabierta acariciando las olas, tomó un puñado de arena, y con las manos llenas de raíces y los ojos rebosantes de Atlántico se acercó. Y así, sin más, contempló una pequeña tortuga marina moviendo sus diminutas patas; un ser que sin haber conocido sus cenizas, luchaba por vivir sin saber aún de que se trataba.
 

Relato participante del concurso Valijas con Historia, organizado por la Dirección General para la Promoción y Protección de los Derechos Humanos de General Pueryredon. Para acceder al resto de los textos, seguir este enlace.