MAR DEL PLATA

150 AÑOS

 

La sonrisa de mi padre

por Oscar Miguel Schualle

Muy temprano aquel domingo, con el paso lento, llegamos hasta la punta de la escollera norte. Allí en un estilo breve y gestual me narró historias de un lugar. Su lugar.

Levantaba la mano saludando a los barcos que salían a pescar. Ya no  recordaba la última vez que se hizo a la mar, pero no podía abandonar el puerto. Era el nexo con su tierra natal.

Me sorprendió cuando levantó sus manos  moviéndolas como alas, imitando a las gaviotas._ ¿Qué pasa papá? _ lo indagué. No me respondió, pero su sonrisa creció y me contagió. Los dos nos reímos un rato.

Después se puso serio y sus ojos, del color del mar, se humedecieron.

- ¿Qué pasa papá?

Como respuesta alzó su brazo, posó su mano sobre mi hombro y me acercó a él.

- Nos han pasado cosas singulares en la vida. Si fuera uno de esos pájaros me iría volando a Sorrento_.- Me di cuenta que las palabras se agolpaban en su garganta empujadas por mil recuerdos. No me atreví a interrumpirlo. Los domingos había baño de nostalgia.

- Ya no hay hambre ni guerra en Italia. Muchos hablan de volver. Yo también a veces.

- ¿Para quedarte?

- ¿Quedarme? No.

 Enseguida metió su mano derecha en el bolsillo del pantalón y me mostró un complejo nudo marinero. 

- Esto lo hizo Toni.

- Vos le enseñaste cómo hacerlo papá?

 - Y ahora le estoy enseñando a pescar.

 - Pero viejo, tu nieto tiene trece años y vos hace mucho que no pescas.

 - Durante las noches, cuando todos duermen, nos hacemos a la mar. Yo soy el marinero y él, el capitán. Cabalgando olas y  peregrinando valles  llenamos las redes de arenques y atunes, mientras su tierno pecho desafía temporales y sus inocentes ojos le sonríen al mar…

 Por el este, el sol era un trozo de lava despertando a la ciudad. Mientras mi padre, extendiendo sus brazos de hierro de dorados vellos, imitaba el lanzamiento de las redes al mar.

-Silencio un amor profundo por mi tierra -prosiguió- , que esta ciudad vela con amores nuevos. 

Los barcos habían partido cuando volvimos a la ciudad. Lo acompañé a su casa y antes de  ir a trabajar, pasé por el cuarto de Toni. Su manso rostro revelaba una sonrisa igual que la de mi padre. Lo miré con más atención que otras veces, tratando de entender las palabras de la escollera. Descubrí que yo también quiero ser un tripulante de sus sueños e hice la promesa de ser un custodio de su pasado.

No pude dejar de preguntarme. ¿Habrán llenado las redes esta vez?

Relato participante del concurso Valijas con Historia, organizado por la Dirección General para la Promoción y Protección de los Derechos Humanos de General Pueryredon. Para acceder al resto de los textos, seguir este enlace.