MAR DEL PLATA

150 AÑOS

 

Mar que lava el horror

Por Anima Au

Ya era la tarde de un día donde la II guerra mundial empezaba a decidirse. Sur de Italia. Un pueblo donde ya se sentían los tanques de los aliados soplando a los Nazis. Joana estaba en el campo trabajando (unos 2 kmts del pueblo). Es llamada por unos amigos para ir corriendo al almacén del poblado, donde los soldados cuentan que al retirarse dejaran los alimentos. Ella y sus amigos corren al pueblo y al llegar ven todo en llamas; como una última cuota de terror los pocos habitantes hambrientos cayeron en la trampa más espantosa, que fue que al buscar comida se encontraron dentro de un infierno.

Llorando por la espantosa escena Joana y sus amigas ven llegar unos soldados distintos a los que estaban pero que no sabían identificar. Al grito de comer (mangiare) se acercan a los soldados que asombrados toman a una de las amigas y empiezan a vejarla y  violarla. Ante esto Joana y otra de las amigas cambian de rumbo y corren desesperadas hacia la nada y caen en un agujero lleno de víboras. Al llegar los soldados que las corrían y viendo la frenética situación  se espantaron y se fueron. Joana y su amiga hicieron una comunidad con esas víboras venenosas, todas se cuidarían.  Pasados unos días una señora sobreviviente del feroz ataque despierta a ambas niñas que desnutridas no sabía bien que sucedía. Tomando un poco de agua caliente a la que se le llamaba sopa, escuchan que se puede viajar a América, que podrían ir todos los del pueblo. Los llevan a un puerto contiguo y subieron a un barco que los traerían a la Argentina.

Ya en Buenos Aires, Joana por caso de la casualidad o vericuetos de la vida encuentra a familiares. Luego de abrazos y sollozos comentan de viajar a Mar del Plata que es un lugar donde hay mucho trabajo. A los pocos días, al llegar a la ciudad, todos juntos fueron llevados al pueblo del Puerto. Allí, en las casillas provisorias se establecieron a la mañana y para el mediodía ya estaban cargando cajones de pescado.

Al ver a esa joven que no entendía el  español, una chica, Pierina, de la misma edad,  que era hija de italianos y que sabía ambos idiomas (en su casa se hablaba un italiano parecido al de ella) se acerca y empiezan una amistad que durará toda la vida.

Luego de muchos vaivenes  Joana se casa y tienen dos hijos, la parejita. Con mucho trabajo Joana  logra hacer su casa y la vida pasa por el devenir del quehacer.

Festejando un cumpleaños, ya más aquí en el tiempo, una de las niñas, Flor, que estaban en la casa de Joana y que era una bisnieta de Pierina, quien ya no está en esta vida, le pide a la dueña  que quería comer unas frutillas con crema, a lo que responde que busque en la heladera. La nena al ver la cantidad de comida y de cosas que había dentro le pregunto dónde estaba la crema; Joana se da cuenta que ya no quedaba crema preparada a lo que le dice que trajera una para abrir. Cuando la niña le acerca un envase cerrado, Joana le pregunta si está segura que es crema y cuando es el vencimiento; la niña asombrada le dice que se fije ella, que ya es mayor; Joana le dice que no sabe leer ni escribir y se crea un clima triste entre ambas. Joana ve a la niña que tenía la edad de ella cuando salvo su vida en el agujero y la niña sin entender que alguien adulto no supiera leer y escribir. El papa de Flor se acerca y al enterarse lo que sucede le explica a la nena que antes no todos (y menos las mujeres) podían estudiar y le dice a Joana que puede usar esa crema para el postre.

 

* Relato enviado por Gaston Baltasar Torrente para participar del concurso Valijas con Historia, organizado por la Dirección General para la Promoción y Protección de los Derechos Humanos de General Pueryredon.

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