MAR DEL PLATA

150 AÑOS

 

Los sentidos

Por Steban

Todavía es temprano para abrir, crucé la avenida y me senté frente al mar.

La luna empezaba a salir iluminando la costanera, un largo sendero de luz se perdía en alta mar, la suave brisa acariciaba mi rostro, todo parecía inmóvil y me entregué a lo más profundo de los recuerdos.

Me ví de la mano de mi abuelo por aquellas veredas amplias del asilo Unzué, solía acompañarlo a comprar orégano… la dueña del almacén siempre hacía como que no entendía, para que el abuelo hable en italiano-¿má cóme ché é?- y extraía de su bolsillo en la palma de la mano un puñado del condimento, cerraba los ojos y se entregaba al sentido del olfato con placer; seguidamente invitaba a los presentes a realizar el mismo gesto.

Este ingrediente no debía faltar en la despensa, porque el sabor de la salza necesitaba ese toque mágico, un grave pecado no ponerlo. Trajo consigo desde su Italia natal el buen gusto por la cocina.¡Qué felicidad la mía!, cuando mamá me dejaba en lo del nono, sus relatos de inmigrante endulzaban mís oídos, viajaba con él a tierras lejanas y desconocidas, todo era aventura fantástica y asombrosa, hasta que escuchando atentamente me perdía en sueños rendido ante tamaños viajes.

Otras veces realizaba collages con plasticola y orégano sobre papel con una gran dedicatoria -¡¡¡para mi agüelo!!!- Y otras apoyaba mi carita sobre los brazos cruzados en una mesita mirando cómo se hacía la masa…mezcla de admiración y asombro.

Los años fueron pasando y yo creciendo atento aprendiendo el oficio; muy cerquita de mi abuelo, con el tacto experimenté las suaves texturas de las masas y con el olfato fui descubriendo olores que flotaban y se suspendían por el aire, sin faltar el orégano que se exparcía ni bien asomaba la pizza del horno y jugaba a las escondidas entre los pliegues de mi ropa, con el sentido del gusto, mi paladar se engalanaba  al sentir la muzzarella derretida con un suave toque a oliva, un delito no probarla.

Cada fin de semana la esquina cobraba vida haciendo filas interminables para degustar esas delicias. Cuántos turistas te visitaban cada temporada y sus hijos eran mis amigos, dichosos de volver a vernos y jugar juntos otro verano, pero el tiempo es caprichoso, es como un tren que pasa y no se detiene, hubiéramos querido parar el reloj para cobijarnos con la felicidad de los años compartidos en la niñez; pero eso fue imposible.

Un bocinazo me trajo a la realidad…aquellos niños ya son hombres como yo, pucha se me fue el tiempo, el frío en mi mejilla me hace sentir una lágrima deslizándose por ella, ya es hora de abrir, porque ¨Pedrito el rey de la pizza¨, aún hoy sigue vigente en  Mar del Plata.

Abuelo honraste esta ciudad con tu presencia, fuiste ejemplo de maestro y tu legado fue mi herencia, regresan esos niños que jugaban junto a mí para revivir anécdotas y recordarte detrás del mostrador entregando a cada cliente el amor de tu trabajo, para mí hoy es un honor seguir tus pasos; siempre brillarás en mi junto a la bella luz que no tiene fin.

 

* Relato enviado por Norma Lozano para participar del concurso Valijas con Historia, organizado por la Dirección General para la Promoción y Protección de los Derechos Humanos de General Pueryredon.

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