MAR DEL PLATA

150 AÑOS

 

Con penas y gloria 

Por Aluminé (*)

Recuerdo aquella tarde cuando conocí a José, estaba mirando el mar ensimismado en quien sabe que pensamientos, tal vez sobrevolaban su lejana tierra al otro lado del manto oceánico, aquel lugar del que vino a los veintipico de años huyendo de una guerra que había devastado su vida y la de tantos.  

Quizá pensaba en la familia que había dejado, en su querida tierra empobrecida, resaca de imperios y piratas que le arrebataron los sueños y el futuro. Por eso se vino. Después de caer prisionero por 4 años bajo el mando inglés logró huir embarcado como polizón, se ocultó en casa de unos familiares hasta que pudo migrar a Argentina, con la ilusión de formar su familia en una tierra donde encontraría la paz. 

Luego del desembarco en Buenos Aires se subió a un tren rumbo a Mar del Plata, se alojó en una pensión. Pronto consiguió trabajo en la ferretería de Don Braulio, un hombre serio y detallista, exigente con el trabajo pero de muy buen corazón. Había enviudado joven y no habían tenido hijos, así fue que con el tiempo empezó a querer a José como si fuera su familia. 

En la ferretería conoció a Joaquina, la joven se había mudado al barrio con la familia hacía pocos días. 

En la primer salida fueron al cine y a tomar un helado, se llevaban muy bien, dos meses después estaban noviando. 

El 21 de septiembre de 1958 se casaron. Con ayuda del padre de Joaquina y el regalo de bodas de Don Braulio compraron un terrenito y empezaron a construir. Dos años les llevó terminar la casa, Al año siguiente nació Jorge y dos años más tarde Martín. 

José tenía la familia que tanto soñó, dos hijos hermosos que iban  creciendo rodeados de amor. Seguramente ellos y Joaquina fueron sanando sus heridas internas, esas que se llevan en el alma, esas que no se ven pero son las que más duelen. 

En el año 1981 Jorge estaba estudiando en la facultad y Martín que era un excelente atleta estaba terminando la escuela secundaria, fue entonces cuando el bolillero giró y marcó su destino, le tocó tierra.  

Veinte días después que Martín empezó la colimba la peor de las noticias llegó a la familia, había sido convocado para la Guerra de Malvinas.  

Como una daga la noticia le abrió el pecho por dentro, la herida que José creía cerrada volvía a abrirse y en las mismas manos, los mismos piratas, parecía que el destino del que había logrado huir se tomaba revancha y ahora venía por su hijo.  

Martín no pudo huir, no tuvo su suerte, despojado de un futuro, de sueños y proyectos, del deporte que tanto amaba, de los amigos con los que vivió tantas pero también tan pocas experiencias, se fue dejando en todos tanta pena y la gloria de haber dado la vida por su Patria. 

Martín es un héroe, su nombre quedará labrado en parte de la historia reciente de nuestro país, esa que aún nos lastima tanto. 

La última vez que ví a José estaba mirando el mar, ensimismado en quien sabe qué pensamientos, quizá buscando en el horizonte una brisa que lo acerque a él, a ese beso de despedida que no pudo darle, a la tibieza de ese abrazo que no volverá a sentir. 

 

* Relato enviado por Andrea Nancy Fernández para participar del concurso Valijas con Historia II, organizado por la Dirección General para la Promoción y Protección de los Derechos Humanos de General Pueryredon.

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