MAR DEL PLATA

150 AÑOS

 

Aldeia Da Dona, la aldea que no quiere ser olvidada

Por Para ellos (*)

 

Hace muchos años ya que  empecé a oír tu nombre: Aldeia da Dona, pequeña aldea portuguesa que anida en nuestros corazones, en nuestro ser...

Era muy joven cuando me casé con un portugués, que sigue acompañándome en la vida, y aprendí a conocer cada uno de tus lugares a través del relato de mis suegros: Manuel y Mariana.

Así supe de tus casas de piedra, de tus calles sencillas, de tu gente, de los sueños, de las costumbres.

Muchas de esas anécdotas quedaron grabadas en mí.

Las  voces de ellos que sonaban como una rara mezcla entre el portugués y el castellano y que contaban casi como un susurro:

“No olvido las tardecitas de mucho frío en las que las mujeres nos  reuníamos en algún lugar con techo pero sin puertas, ( como imagino yo  sus corazones), para realizar juntas las labores, rezar, tejer y contar cada una  sus cosas”.

“Aquella vez fui caminando entre las montañas al pueblo más cercano a buscar provisiones y me perdí entre la nieve, por primera vez tuve miedo”

“ La nieve no nos gustaba porque muchas veces representaba quedarse encerrados en las casas, con tan pocas cosas para los chicos.”

Tantos sitios pequeños pero entrañables como la iglesia que cuidaban y veneraban, la fiesta de Santo Amaro y de San Antonio y la ilusión y el amor con el que las vivían.

El nacimiento de los hijos en la casa con la ayuda solamente de una mujer del pueblo que tenía buena voluntad y la cercanía del esposo.

El cementerio en el que cada uno tenía un lugar que lo esperaría para el reposo eterno.

Ese lugar que un día tuvieron que dejar para ir tras un futuro mejor, pero que nunca olvidaron, del que siempre hablaron como si la felicidad estuviera encerrada allí para siempre.

Simples cosas que los acompañaron durante toda su vida, afectos que quedaron y que nunca volvieron a ver.

No había internet, ni radio, ni televisión pero sobraba fe y esperanza. No faltaban los días duros, pero se seguía adelante, casi sin quejarse. Solamente algunas veces cuando nos contaban o compartían sus recuerdos, unas lágrimas puras de nostalgia caían desde los ojos celestes de mi suegro .

Siempre se sueña con volver o con conocerla.

Argentina los cobijó y les dio lo que esperaban, lo que soñaban para  ellos y  sus hijos y ellos devolvieron el inmenso respeto por la tierra que también fue suya a través de los años.

Quizá algún día María, Alejandra, Antonio, Amandio y Manuel, los hermanos Chorao, se puedan abrazar frente a la puerta de la casa de sus padres, que no está igual, y sientan que su otra tierra,la que los vio nacer, los recibe con amor.

Seguramente, desde ese día, desde algún lugar ,Mariana y Manuel, sonreirán.

Aldeia Da Dona, la aldea que no quiere ser olvidada

 

* Relato enviado por Lucía Puente de Chorao para participar del concurso Valijas con Historia II, organizado por la Dirección General para la Promoción y Protección de los Derechos Humanos de General Pueryredon.

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