MAR DEL PLATA

150 AÑOS

 

¿Qué coño dijo?

Por Julio César Graterol

 

Cuando piensas en emigrar a Argentina te dicen que hay mucha cultura, mucho arte, mucho fútbol y mucho rock n’ roll, que a todo le ponen arequipe, que toman mate todo el día, que la carne es exquisita y que las mujeres son hermosas, pero nadie te dice que hablan otro idioma, solo me alertó una amiga que no se me ocurriera “pedir la cola”, mucho menos ofrecerla (en Venezuela cuando pedimos que nos acerquen a algún lugar en un carro decimos : “Chamo, me das la cola?).

Todo comenzó en mi primer trabajo en una Charcutería familiar de Lomas de Zamora, el dueño me quiso ayudar por pertenecer a una familia de inmigrantes, él comprendía perfectamente la situación por la cual estaba atravesando, el de ser un desconocido en tierras lejanas, extrañando mi casa y mi familia. Mis tareas eran de ayudante, tenía que limpiar, sacar la basura de la papelera, rebanar, entre otras cosas, todo bien hasta que me tocó interactuar con los clientes, ¡oh Dios mío, yo no les entendía nada!, me costaba entender el acento y el significado de ciertas palabras, mientras “traducía” lo que me pedían perdía mucho tiempo y ocupaba a mis compañeros preguntándoles por lo que querían los clientes, me sentía avergonzado e impotente al no poder reaccionar como debía para conservar el empleo y poder traer a mi familia, lo más penoso de todo era quedar como un mamerto ante todos.

Recuerdo una anécdota con una señora que fue buscando maní, me tocó atenderla y le pregunto:

- “¿Con concha o sin concha?

Se me quedaron mirando todos con cara de asombro y después, al unísono, soltaron una carcajada.

Desde ese día comencé a anotar todas las nuevas palabras y su equivalente en “venezolano”.

Pasado el mes de prueba decidieron no contratarme debido a mi falta de velocidad, así que me tocó buscar otro trabajo, tuve que mudarme a microcentro para tener más opciones, conseguí en un kiosco con un compatriota arquitecto, con el que podía hablar el mismo idioma y aprender nuevas palabras, mientras tanto escuchaba radio local para ir educando el oído y acostumbrándolo al acento porteño.

            En el siguiente empleo trabajé como vendedor de salón en una Fábrica de sándwich en Parque Patricios, estando ahí noté que muchos de los clientes locales tampoco me entendían, así que tuve que comenzar a gesticular mejor y a hablar un poco más lento, ahí tuve que atender pedidos por teléfono, (algo que me atemorizaba por mi timidez), donde algunos clientes molestos exigían que le pasara a un empleado argentino porque no me entendían, cosa que me afligía notablemente. Entre una cosa y otra pasó el mes y tampoco pude quedar fijo, caí en una depresión profunda que me llevó a mudarme de nuevo, pero a otra ciudad, Mar del plata, donde vive mi hermana con su familia.

            Ya estando en otra ciudad más tranquila y con familiares cerca, tuve un poco más de tiempo, tranquilidad e inspiración como para concretar una idea que tenía en mente, crear una cuenta de Instagram (y futura app móvil) con las nuevas palabras aprendidas desde mi llegada al país, su nombre sería:

DICCIONARIO ARGENZOLANO, consta de una plantilla fija con gráficos alusivos a ciertas palabras de uso cotidiano donde se colocan las equivalencias usadas en cada uno de estos países hermanos: ARGENTINA y VENEZUELA.

            La finalidad, ayudar a todos los compatriotas recién llegados (incluyendo a mi esposa e hijo que afortunadamente ya se encuentran conmigo), a entender y comunicarse más fácilmente, logrando así una mejor integración a esta nueva sociedad.

 

Referencias:

Arequipe: dulce de leche
Cola: auto
Trabajo: laburo
Charcutería: fiambrería
Papelera: tacho
Rebanar: fetear
Mamerto: tarado
Concha: cáscara


(*) El relato "¿Qué coño dijo?" de Julio César Graterol obtuvo una mención a "las nuevas narrativas" en la cuarta edición del concurso "Valijas con Historia" organizado por la Dirección Municipal para la Promoción y Protección de los Derechos Humanos